Miguel Ángel García » Final de la historia 6
Miguel Ángel García
El final de la historia
 
El final de la historia
 
Capítulo 6
 

     Los pendencieros jóvenes no pudieron evitar levantar la cabeza y dirigir la mirada hacia el sitio que este desconocido les indicaba. Pero apenas pudieron ver alguna estrella, dada la contaminación lumínica de la gran ciudad.
     Al darse cuenta de que estaban más perdidos que un burro en un patatal, el hombre se levantó perezosamente y apuntó cuidadosamente con su índice hacia lo que parecía una estrella más, cierto punto muy brillante casi en el cenit, aunque, al mismo tiempo, algo difuso. Insistió en que miraran, mientras les decía:
     Eso que veis encima de vuestras cabezas no es una estrella... Es el primer frente de ondas procedente del estallido de rayos gamma que produjo la hipernova. Ese chorro de partículas coherentes salió despedido hace tres años, y nos llega ahora, viajando casi a la velocidad de la luz... Si os fijáis un poco, dentro de cinco minutos será un poco más grande, y dentro de diez minutos, bastante más grande... En menos de media hora, barrerá todo el Sistema Solar, y nos coceremos como en un microondas... Será bastante rápido... No creo que sintamos mucho dolor... Pero antes veremos impresionantes cortinas de luz y majestuosas auroras boreales originadas por la llegada de oleadas masivas de rayos cósmicos...
     Tal vez los muchachos se estaban sugestionando con las palabras del desconocido, pero el caso es les pareció que esa luminosidad difusa estaba realmente aumentando de tamaño... Desde luego, lo del microondas sí que lo habían entendido... 
     Uno de los chicos adultos le preguntó entonces:
     ¿Y cómo es que esto lo sabes tú solo? Una cosa así, se sabría, se habría hecho público...
     ¿Hacerlo público? ¿Para qué? ¿No os imagináis el caos total y los alborotos que surgirían por todas partes si esto se supiera?Para qué amargar los últimos días de la gente... Mejor que el mundo disfrute hasta el último momento...
     Pero se podrían buscar refugios...
     No, amigos... No hay refugio ni protección alguna contra esto... En pocos pocos meses, los mares se evaporarán casi en su totalidad, e incluso nuestro propio Sol se desestabilizará. Con suerte, quizás con el tiempo reviva alguna bacteria termorresistente... Por cierto, algunos científicos sostienen que es casi imposible que haya vida inteligente en el Universo... ¿Sabéis por qué...?
     Sin esperar una respuesta que sabía que no iba a llegar, el hombre de los vaqueros, que volvió a sentarse, siguió explicándoles:
     De media, se produce la explosión de una supernova por galaxia y siglo... Son muchas supernovas a lo largo de millones de años... Y este tiempo es lo que tarda en desarrollarse una civilización... Cada explosión de una supernova puede esterilizar toda forma de vida en un entorno de unos cincuenta o sesenta años luz, más o menos. ¿Lo entendéis?
     Ninguno dijo nada.
     El físico remató entonces la faena, espatarrándose, para mirar mejor el cielo nocturno:
     —Lo que viene hacia nosotros es realmente bello y mortífero...
     Los levantiscos adolescentes volvieron a mirar hacia arriba... Se quedaron pasmados... Era ya muy evidente que esa minúscula y redondeada luminaria, efectivamente, estaba aumentado de tamaño. ¿Sería posible que este gilipuertas tuviese razón?
     El hombre, a ver su ofuscación, les dijo:
     ¿Por qué no os sentáis conmigo? Veremos juntos el gran espectáculo. Así no estaré tan solo...
     Los pandilleros no reaccionaron como el físico esperaba. Su líder, el mayor de ellos y el era más propenso a los arrebatos de violencia, tomó, sin consultarlo con sus compinches, una inesperada iniciativa:
     —Muy bien. Veremos juntos el espectáculo, como tú dices, aunque no te creo para nada. Pero, en todo caso, tú lo verás desde al agua... Ayudadme...
     Todos comprendieron lo que su jefe pretendía hacer. Entre cuatro de ellos, agarraron al científico de brazos y piernas, y lo llevaron hasta el pequeño murete que hacia de salvamiento de las aguas del río.
     —Pero, ¿qué vais a hacer? —protestó el hombre—. Estaros quietos...
     De nada sirvieron sus quejas. Los chicos que le llevaban en volandas, balanceándole, acabaron por arrojalo al Manzanares.
     Al entrar en contacto con el agua, el físico pensó, irritado, que no se puede uno fiar de los 
descerebrados. Estos malnacidos le estan privando de tener un final tranquilo.
     El agua no estaba fría para nada y casi se agradecía el baño. Pronto se puso boca arriba, adoptado la postura del "muerto", mientras se dejaba arrastrar por la corriente. 
     En un primer momento dirigió la mirada hacia aquellos mentecatos. Estaban todos asomados al río, mirando cómo se alejaba, explayándose con unas risotadas que se le antojaron muy groseras. Poco a poco vió cómo se distanciaban de él, de lo cual casi dio gracias.
     Dirigió su mirada aguas abajo y se percató de que iba a entrar en una especie de oscuro meandro.
     De pronto le invadió un gran temor: de ningua manera quería morir en agua hirviendo. Y eso es lo que pasaría en cuanto llegase el frente de ondas gamma. Nadando vigorosamente, buscó desesperadamente un lugar para trepar fuera del cauce, pero, en medio de la oscuridad, no pudo encontrar nada.
     Volvió la vista hacia atrás, y ya no vió a esos cabrones. Le pareció que se estaban alejando, porque oía las grandes voces que proferían, pero cada vez más débiles.
     Resignado, volvió a ponerse boca arriba, tratando de reponer fuerzas. Curiosamente, desde el agua vía mejor el cielo. Se fijó entonces en el rayo de alta energía que se acercaba al planeta a casi la velocidad de la luz. Su diámetro era cada vez mayor. Lo observó atentamente y notó algo raro, algo que no era normal.
     —¡Dios santo! —exclamó—. ¿Cómo es posible? No puede ser... Ese halo... Parece que contiene estrellas...
     La luminaria celeste mostraba ahora cierta estructura: un minúsculo puntito muy brillante en el centro, rodeado de oscuridad, y una débil corona en la periferia, apenas visible.
     Al físico se le saltaron las lágrimas, pues las implicaciones de lo que estaba observando le llenaron de cierta esperanza.

 
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