Miguel Ángel García » Final de la historia 5
Miguel Ángel García
El final de la historia
 
El final de la historia
 
Capítulo 5

 
     El desconcierto de aquellos brutos desvergonzados iba en aumento. Todas sus víctimas se cagaban de miedo en cuanto veían aparecer una navaja, pero este desconocido se comportaba de una manera muy diferente... Este hombre parecía no tener ningún temor, parecía que le daba todo igual... Y, desde luego, hablaba de cosas sin sentido... ¿Estaría majara? Al verle tan perturbado, algunos de los chicos sintieron tanta lástima que, al pronto, se les quitaron las ganas de darle una paliza.
     Uno de los atacantes, el que parecía más joven, le preguntó:
     ¿Qué quieres decir con eso? ¿Nos estás amenazando?
     ¿Amenazando? ¿Yo? Nada de eso... Solamente constato un hecho...
     Al ver sus caras de borregos, por un momento el científico pensó que el mundo no se perdía nada. Pero pronto cambió de opinión. La cosa era demasiado seria para tomárselo a broma.
     Entonces volvió a repetir, con un tono firme y tajante, casi solemne:
     Dentro de una media hora, más o menos, estaremos todos bien muertos... Y no es una broma...
     ¿Estás chalado o qué leches te pasa? —le interrogó otro de los menores de edad, que se estaba empezando ya a irritar con esta mortuoria predicción—. Como sigas así, sí que te mandaremos al otro barrio, pero ahora mismo...
     Ojalá estuviera loco... Ojalá... —replicó el hombre de los vaqueros—. Ojalá no supiera nada de nada. Así viviría ignorante y feliz hasta el último momento, sin enterarme de nada... Pero no... Por desgracia, estoy en mis cabales... Estoy... Bueno, quizás estoy demasiado cuerdo para mi gusto. A lo mejor tenía que haberme emborrachado... Aunque, en el fondo, no querría perderme el espectáculo...
     Nuestro hombre se dio cuenta de que le estaban considerando un auténtico memo, un personaje digno de un manicomio. No deseaba, desde luego, exponerse a un ataque violento, así que, antes de que reaccionaran mal, quiso explicarse con más detalle:
     Soy físico. Para ser más preciso, físico de partículas... Me especialicé en partículas de alta energía procedentes del espacio...
     —Ahora nos dirás que vamos a ser invadidos por los extraterrestres, ¿no? le reprochó alguien.
     ¿Te estás quedando con nosotros? le recriminó otro. 
     —No, en absoluto... ¿No habéis notado un calentamiento repentino del clima en las últimas semanas?
     Este tío nos está vacilando... Estamos en verano, listillo...
     Sí, claro... Pero esta ola de calor es a nivel mundial...
     ¿Y qué...? ¿A qué viene tanta chorrada?
     A pesar de no entender a dónde quería llegar a parar este lunático chiflado, los chicos parecieron darse cuenta, de repente, de que el calor reinante era realmente fastidioso y sofocante, y de que, pesar de ser ya casi las tres y media de la madrugada, la noche no refrescaba nada. Curiosamente, todos echaron la culpa del bochorno a este hombre. 
     Éste trató de ilustrarles:
     —Veréis... Hace unos diecinueve años descubrimos el estallido de una supernova que estaba a diecinueve años-luz del Sistema Solar... Muy, muy cerca de nosotros... Por unos instantes, brilló más que toda la Galaxia... Una estrella quince veces más grande que el Sol precipitó toda su masa hacia el núcleo a más del veinte por ciento de la velocidad de la luz... Se produjo un estallido inmenso de rayos gamma, dos chorros de altísimas energías... Por desgracia para nosotros, uno de esos chorros viene directamente hacia aquí, hacia la Tierra... Como consecuencia de ello, vamos a morir todos bajo el más bello espectáculo que podáis imaginar, aunque duraremos poco...
     Los irresponsables jóvenes le habían escuchado absolutamente incrédulos. De hecho, no habían entendido casi nada de lo que este pipiolo les había contado. Estaban incómodos con este bochorno, y, desde luego, necesitaban desfogarse con alguien...
     Este alguien les dijo:
     Veo que no me creéis... Lo que siento es haberos informado. No he debido hacerlo.
     Lo que creemos es que te vamos a dar hasta en el carnet de identidad... Danos el móvil ya...
     No he traído el móvil. ¿Para qué iba a traerlo? Ya me he despedido de quien tenía que hacerlo...
     Los camorristas se acercaron aún más a él, amenazantes. Pero el físico, impertérrito, les siguió explicando:
     Este calor se debe a la desaparición casi total de la magnetosfera y de la capa de ozono... Las oleadas de rayos cósmicos y de neutrones acelerados casi las han destruido ya. Al otro lado del mundo puede que sobreviva alguien durante algún tiempo, pero deambularán en un auténtico infierno...
     Uno de los mayores de edad, harto ya de tanta palabrería, propuso:
     Este sigue con lo suyo... Vamos a darle ya a ver si aprende...
     Pero el investigador, ajeno a sus bravuconadas, llamó su atención, señalando con el brazo extendido y el dedo índice hacia un lugar determinado del cielo:
     —Mirad... Observad... Allí... Ya asoma...
 
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