Miguel Ángel García » Infestación 19
Miguel Ángel García
Infestación
 
Miguel A. García
 
Capítulo 19
 
     DÍA 45

     Raquel oyó a su madre, y también se interesó por el tema, arrimándose a su hermano. El abuelo acababa de llegar y no podía entender qué secreto podrían tener entre ambos.
     Hasta a Aurora le picó la curiosidad:
     —¿Qué ocurre? —preguntó.
    Ante tanta expectación, Luis, muy ufano, cogió una copia impresa del trabajo que había realizado y que había enviado telemáticamente a clase, y les dijo a todos:
     —¿Os acordáis del cuento que nos mandaron hacer?
     Al ver que su hijo iba a hablar del extenso relato que había escrito, Marcos acabó uniéndose al corro, pues, como sabía que el tema iba de médicos, lo había leído casi todo antes de que el niño lo entregase, porque quería comprobar cómo se las había arreglado para tratar de burlar la censura de su profesora. No tardó en dar su opinión, no del todo favorable:
     —Tu cuento es un poco largo... Y es una aventura espacial, para mí un poco rara... Y es cierto que no veo a los médicos por ninguna parte...
     —Pues de eso se trata, papá. En el colegio tampoco se han dado cuenta de que los protagonistas son los médicos... Por ello les puse el nombre de "protectores"... Y no se trata de una aventura espacial...
     —Entonces tu profesora no se ha dado cuenta de que la cosa va de médicos... ¿Y qué te ha dicho? —inquirió la madre, pues no sabía adónde querían llegar a parar ni el padre ni el hijo.
     —Me ha dicho que ha sido la mejor historia de todas. Me ha felicitado y todo...
     —Muy bien, mi niño —le felicitó la abuela Aurora—. Enhorabuena...
     Tras unos instantes mirando al abuelo, Luis rebajó un poco su euforia cuando les confesó:
     —También me preguntó que quién me había ayudado, porque le pareció que estaba escrita por alguien mayor que yo...
     —Pero la has escrito tú solo, ¿no? ¿Le has ayudado tú, Raquél?
     —¡Qué va! Yo no...
     —Pues yo tampoco... —refrendó Marcos—. A mí no me miréis... Sólo lo he leído, y no del todo.
     —Y la abuela y yo te hemos dejado a tu aire. No te hemos hecho ni caso... —se lamentó Alba—. Bueno, ya que estamos, ¿por qué no nos dices de qué va el cuento?
     —Vale... La historia va sobre el cuerpo humano... Para disimular, al cuerpo lo llamé "isla", y ese era el "mundo". Todo lo que estaba fuera del mundo lo llamé "Universo". Pero el Universo estaba lleno de enemigos, como los "Barias" y los "Survis"... Había una raza de Survis, especialmente mala, que atacó e invadió al mundo isla con muchas naves. Los llamé los Narus...
     —¡Vaya nombres! —exclamó su hermana—. ¿De dónde los has sacado?
     —¿Es que no os dais cuenta? —prorrumpió Luis, extrañado y envanecido a partes iguales—. Quién pensáis que pueden ser los "Survis"...
     Pasados unos momentos en los que cada cual estaba cavilando a su manera, Aurora exclamó:
     —¡Claro! "Survi" es "virus" al revés... Los "Survis" son los "virus"...
     Todos se sorprendieron por la clarividencia de la abuela. A ninguno se le había ocurrido leer la palabra al revés.
     —Muy bien, "abu"... —se congratuló su nieto—. Y los "Narus" son los "coroNaviRUS". Cogí la antepenúltima sílaba y la última... El mundo isla se defendió como pudo enviando masivamente "ticuer" al campo de batalla.
     —¿"Ticuer"?
     —Sí, papá... Los anticuerpos... Quité la primera y la última sílaba... Tenía que hacerlo así para que en clase no se dieran cuenta de que la historia iba sobre la epidemia... Los "faitos" son los fagocitos... Y los basureros son los "mafagos", o, sea, los macrófagos...
     Los padres y la abuela no salían de su asombro ante la imaginación de Luis, y Raquél seguía pasmada.
     —A los vasos sanguíneos —siguió contando el niño— los llamé "canales", y a los nervios, "ronas", que son las dos últimas sílabas de "neuronas"... ¿A que no sabéis qué nombre le puse al cerebro?
     Todos guardaron silencio, esperando a que el pequeño desvelara el misterio.
     —Lo llamé Mando Centralizado, y al sistema inmunológico, para disimular, le puse el nombre de "Systyn"...
     La familia estaba fascinada. Todos pensaron que Luis tuvo que pasar mucho tiempo para inventarse esos nombres, bastante ingeniosos para un niño.
     —A las células las denominé "celdas", eso fue fácil, y a la cápsida de los virus, "capda". Y a los antígenos del virus, "tiges".
     Al echar un vistazo al manuscrito, su hermana tuvo una revelación:
     —Entonces, los "citos" son los linfocitos, ¿no?
     —Sí, has acertado...
     A pesar del talento que demostraba su hijo para inventar "motes", su madre quedó un poco pensativa, y miró a su marido con aire acusador:
     —¿Le has ayudado tú a escribirlo? Porque la verdad es que el tema me parece algo complicado...
     —Ya os he dicho que no... Sólo sabía que quería hacer un cuento que tratase sobre los médicos, pero que en la escuela no querían que se centraran en la pandemia para que no se obsesionaran tanto... ¿Por qué insistes en decir si le he ayudado yo?
     —No he leído el relato —reconoció Alba mirando a su hijo—, pero me da la impresión de que has escrito cosas que son demasiado avanzadas para el curso en el que estás...
     Luis, entonces, volvió a cruzar con el abuelo Ramón esa mirada cómplice que tan intrigada tenía a su madre.

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