Miguel Ángel García » Infestación 17
Miguel Ángel García
Infestación
 
Miguel A. García
 
Capítulo 17
 
     DÍA 23

     Hoy es un día extremadamente importante. Dado que el paciente había mostrado bastante mejoría, desde el hospital avisaron a la familia de que iban a despertarle y a proceder a retirar el mecanismo que mantenía su respiración forzada. Les explicaron que esperaban que el centro respiratorio, situado en la parte más baja del tronco encefálico, reaccionase adecuadamente, activando el movimiento pulmonar con unas capacidades y ritmo adecuados.
     Les advirtieron que era un momento crítico, ya que no todos los enfermos daban la misma respuesta, pero les tranquilizaron diciéndoles que Ramón, aunque había ingresado muy grave, con un cuadro importante de cascada inflamatoria, había evolucionado favorablemente, por lo que tenían mucha confianza en que podría mantener una respiración autónoma.
     —¡Qué intranquila estoy! —exclamó Alba—. No acaban de llamar...
    —Cálmate, hija... —le pidió Aurora—. Estás hecha un manojo de nervios. Ya llamarán con lo que sea...
     —Pero ya ha pasado más de una hora desde que nos dijeron que iban a quitarle el respirador. Pasan ya de las doce...
     Veinte minutos después, sonó el teléfono. Cuando Alba lo descolgó, toda la familia se agrupó en torno a ella, expectante, guardando una calma tensa.
     —Señora, se le ha quitado la respiración asistida a su familiar —dijo una voz femenina—, y Ramón ha respondido muy bien. Está consciente, aunque muy confuso, y poco a poco va recuperando la normalidad. No vemos que haya fibrosis en los pulmones, y eso es muy bueno.
     —Gracias, gracias... —acertó a decir Alba.
     —Ramón permanecerá en la UCI unos días más, y, si todo va bien, será trasladado a una zona de aislamiento para que termine de reponerse. Ahí tendrá que permanecer al menos otros quince días, hasta que estemos seguros de que ya no tiene el virus. Sería bueno para él que, cuando esté en planta, le trajeran alguna tableta para que pudiese comunicarse con ustedes. Ello le animaría y le ayudaría mucho en el aspecto psicológico...
     —Sí, sí... Eso haremos.
     Cuando Alba colgó el teléfono miró a todos, y, con la voz algo quebrada, les comunicó:
     —Todo va bien... Respira por su cuenta y está consciente. Dicen que se recuperará...
     Aurora, que estaba ya al límite de sus fuerzas, abrazó a su nuera y rompió a llorar. Eran ya muchos los días de tensión acumulada...
     Los cinco miembros de la familia se habían acostumbrado a salir todos los días a las ocho de la tarde al balcón para aplaudir a los sanitarios, igual que se hacía en balcones y terrazas a lo largo y ancho de todo el país, para agradecer a aquéllos su abnegado trabajo para salvar vidas. Pero hoy sabían que su aplauso iba a ser muy especial.
     Una vez calmados los ánimos, Luis cambió de tercio y les anunció a todos:
     —¿Os acordáis que os dije que nos iban a mandar hacer una redacción? Resulta que la profesora nos pidió que tratase sobre algo que no tuviera nada que ver con la epidemia. Pero yo ya tenía decidido el tema de antemano, y estoy terminando de escribir una historia sobre los médicos. A lo mejor entrego la redacción para la semana que viene.
     —Pero, hijo —repuso su padre—, los médicos sí tienen relación con la pandemia. Son precisamente los que nos curan...
     —Claro, papá —expuso el niño—, pero no soy tan tonto... En mi cuento no los llamo médicos... En mi cuento los llamo los "protectores", así la maestra no se dará cuenta.

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