Miguel Ángel García » Infestación 15
Miguel Ángel García
Infestación
 
Miguel A. García
 
Capítulo 15
 
     DÍA 10

     Alba quedó desolada. Recibió la llamada del hospital estando sola en casa, y no podía creer que el abuelo se hubiese contagiado de ese virus exótico surgido en tierras tan lejanas. Había oído en las noticias que ya se habían detectado un número de casos alarmantes en Madrid y en Cataluña, pero no aquí, en su ciudad.
     La indicación de que deberían de permanecer todos en casa hasta que les hicieran las pruebas correspondientes para ver si estaban contagiados, la dejó también muy preocupada, sobre todo por los niños y también por la abuela.
     Cuando ésta regresase de hacer la compra, tendría que contarle todo. Sería un golpe muy duro también para ella.
     —«¿Qué pasará si estamos todos contagiados?»—pensó, llena de inquietud—. «La abuela es mayor... ¿Y cómo va a afectarle a los niños?».
     Cuando Aurora se enteró de que su marido tenía el coronavirus se quedó de piedra. Ella estaba convencida de que a Ramón se le había complicado la vacuna contra la gripe, y tenía cierto cabreo debido a ello. Pero haberse contagiado de ese virus que había venido de China, le resultaba muy difícil de asimilar.
     Enseguida pensó en la desazón en la que tenía que estar sumida su nuera, y, para tratar de tranquilizarla, le dijo:
     —Hija, no creo que estemos contagiados. Desde que se puso la vacuna, Ramón ha tenido la cautela de estar un poco aislado, por si acaso. Y cuando, pasados los días, ha notado los primeros síntomas de malestar, aunque fuesen muy leves, ha hecho lo posible para no tocarnos siquiera. Hasta en la cama ha procurado mantener cierto distanciamiento conmigo.
     —Me preocupas tú, abuela, y también los niños... Marcos y yo somos fuertes...
     —Entonces, ¿no podemos salir a la calle?
     —Me han dicho que nos tenemos que quedar en casa hasta que no sepamos el resultado de las pruebas.
     —¿Y cuándo va a ser eso? Porque alguien tendrá que hacer la compra...
     Justo en estos momentos volvió a sonar el teléfono fijo que tenían ubicado en el salón. Ambas mujeres se miraron preguntándose quién sería, aunque su primer pensamiento fue que quizás fuese del hospital.
     No se equivocaron.
     A medida que escuchaba a su interlocutor, a Alba se le iban humedeciendo los ojos. Cuando colgó el teléfono, abrazó a su suegra, sollozando.
     —¿Qué ocurre, cariño? —le preguntó ésta, muy alarmada.
     —Me han dicho que papá ha empeorado, que tiene una neumonía muy grave... Le han tenido que entubar... Dicen que le han sedado para que se mantenga en coma.
     —¡Dios mío! Mi pobrecito Ramón...
     —Me han dicho que, a través de la vía, le han inyectado anticuerpos del plasma sanguíneo de una persona que ya se había curado de la infección. Gracias a eso está tirando para adelante... Esta misma tarde, o mañana por la mañana, vendrán a hacernos a todos una prueba rápida. Han hecho mucho hincapié en que tenemos que estar en casa al menos dos semanas.
     —¿Y el colegio de los niños? ¿Y vuestro trabajo?
     —Ya veremos... Lo importante ahora es la salud de todos...
     A la hora acostumbrada regresó Luis del colegio. Su hermana haría acto de presencia al menos una hora más tarde.
     Al dejar los bártulos en su cuarto, sin percatarse aún del estado de ánimo de su madre y de la abuela, el pequeño les declaró alegremente:
     —Mamá, "abu"... Con las prisas, se me olvidó deciros por la mañana que esta noche he soñado con el abuelo... Figuraos, estuvimos sentados en el sofá, charlando un rato... Me acuerdo que me dijo que estuviéramos tranquilos, que no estábamos contagiados de ese nuevo virus, pero que debíamos estar en casa, sin salir, una buena temporada de tiempo... Yo le dije también que nos van a mandar hacer una redacción, y que la maestra nos ha pedido que pensemos el tema... El abuelo me dijo que tenía una idea, y que, en lugar de una redacción, me ayudaría a escribir un cuento...
     Alba y Aurora se miraron, extrañadas. El pequeño Luis se enteró, al levantarse por la mañana, que habían tenido que llevar al abuelo por la noche al hospital debido a que le había subido la fiebre por culpa de la gripe, pero en ningún momento le hablaron del nuevo coronavirus ni de que tenían que permanecer forzosamente confinados en casa.
     —¿Cómo se le habrá ocurrido soñar con eso? —se preguntaba su madre.

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