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| Miguel A. García |
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| Capítulo 8 |
| Ha pasado ya un mes desde que Eduardo se fue a casa para seguir con su recuperación. Ya restablecido, hoy se dispone a volver al colegio. Lleva una simpática gorra porque aún no le ha crecido el pelo lo suficiente y, además, se le nota bastante la zona del cráneo donde sufrió la operación. Todos sus compañeros se congratularon de su vuelta, saludándole efusivamente. Al fin y al cabo, tenían en sus filas a un héroe que ganaba a los adultos en el misterioso juego del ajedrez. Sus profesores se alegraron también de su retorno a las actividades normales, y no les preocupaba demasiado que hubiera perdido unas semanas de clase, pues el niño iba muy bien en su aprendizaje. A no ser que... El rumor de que Eduardo, tras su operación, quizás podría tener algún problema cognitivo, corrió como la pólvora en el ámbito educativo. Por eso, todos se conjuraron ahora para observar al pequeño y tratar de ver si presentaba algún problema en ese sentido. Esta jornada lectiva transcurrió con normalidad, y también las siguientes. No parecía que sus capacidades hubieran disminuido, y seguía siendo tan hablador como siempre, ante lo cual los docentes hacían un poco la vista gorda. A la semana siguiente, Eduardo pidió a sus padres ir ya a la Escuela de Ajedrez. Echaba de menos jugar. Sus entrenadores fueron a verle a casa algunas veces cuando estaba aún convaleciente, pero ahora no querían presionar en modo alguno al niño para que retornara a los talleres. Tenía que ir acoplándose a la rutina de la vida normal poco a poco. Al entrar en la Escuela, el muchacho echó una rápida ojeada, mientras Santiago le saludaba, mano en alto, mientras se acercaba a él. Parecía que el niño estaba reconociendo el terreno tras un largo tiempo de ausencia. —Hola, Edu —le dijo con la mejor de sus sonrisas—. ¿Qué tal estás? —Muy bien, Santi. ¿Qué tal todo por aquí? —Aquí seguimos... Te echamos de menos... Eduardo sonrió y luego le preguntó: —¿Dónde está Ismael? ¿Y los demás? ¿No hay hoy entrenamiento? —Algunos de tus compañeros de otros colegios tienen exámenes mañana, así que hemos decidido dar hoy vacaciones para ordenar un poco esto. No sabíamos que ibas a venir... Ismael ha aprovechado para hacer no sé qué cosas... —Vaya... Pues llamo a mi padre para que vuelva a recogerme... —De eso nada... Hace tiempo que tenía ganas de jugar una buena partida contigo. Entre unas cosas y otras, en los últimos tiempos no hemos tenido ocasión. Yo lo estoy deseando... ¿Y tú? Eduardo asintió. Él sabía que su entrenador lo que quería, en realidad, era probar si tenía el mismo nivel de juego que antes o si la operación y la inactividad le habían afectado. —Sí, yo también quiero jugar. —Pero antes, Edu, quería preguntarte algo que nos tiene muy intrigados... Comprobamos que la posición en la que ganaste a "Franc" es la misma que aparece en la película de Harry Potter. ¿Fue por casualidad o lo hiciste adrede? El niño sonrió levemente y su contestación le dejó pasmado: —Sí que lo hice adrede... Se me ocurrió al finalizar la apertura, y luego maniobré para llegar a ello. La verdad es que Santiago es un jugador muy táctico, pero bastante predecible... —Pero, ¿puedes hacer eso? ¿Puedes llegar al final que quieras? —Normalmente sí... —contestó el muchacho con toda naturalidad—. Lo quise hacer como una especie de protesta, porque la película está mal... Aunque las blancas tuvieran perdida la partida, si la Reina hubiese querido podría haber matado a Harry sin que Ron o Hermione pudieran hacer nada para evitarlo. El objetivo de la Reina no era dar jaque al Rey negro, sino matar a Harry. Por eso, las blancas jugaron muy mal. En un "tablero mágico" no se puede olvidar el objetivo y tener esos descuidos... Santiago escuchó absorto, porque no se acordaba mucho de los detalles de la película, y también porque no comprendía cómo un crío de nueve años podía tener esa retentiva espacial. |
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