Miguel Ángel García » Niño del escaque 5
Miguel Ángel García
El niño del escaque
   
   
 
Miguel A. García
 
Capítulo 5
 
     De cara a los demás, las jugadas siguieron desarrollándose bajo una gran tensión posicional, y, en principio, nadie alcanzaba a ver lo que veía Eduardo. Sin embargo, al llegar a cierta posición, Francisco, el candidato a Maestro, se mostraba algo inquieto. A todos les daba la impresión de que no veía las cosas claras. Su rey empezaba a estar demasiado expuesto y los dos alfiles negros, trabajando conjuntamente, constituían una formidable amenaza.
     Tras unas maniobras críticas, finalmente decidió abandonar, ofreciendo la mano a su joven contrincante. Él sabía que las blancas estaban irremediablemente perdidas, y consideraba impropio y poco elegante esperar un posible despiste de su rival, por muy niño que fuese.
     Un estruendoso aplauso resonó en la sala, unido a muchas felicitaciones y algún silbido lejano. Santiago, Ismael y el propio Enrique rezumaban satisfacción. A su manera, todos pensaban: «Sí, este chico llegará muy lejos...».
     Tras un largo tiempo de enhorabuenas, los organizadores empezaron a preparar el escenario para la emocionante entrega de trofeos.
     Mientras tanto, en la sala de al lado, los más inquisitivos se dispusieron a analizar la posición. No tardaron mucho tiempo en darse cuenta de que, aunque le tocaba mover al bando que conducía el candidato a Maestro, las negras, más pronto que tarde, tenían el juego ganado.
     —¡Vaya visión del juego que tiene el crío! —comentó alguien.
     —La verdad es que sí —corroboró otro de los presentes—. Desde que sacrificó la Dama lo tenía ya todo planeado para llegar a un final ganador.
     —Tiene muchísimo mérito... Valorar la posición no es nada fácil.
     —Y menos jugando contra Francisco... Parece mentira... Este chaval es un genio.
     En estos momentos se oyeron unas llamadas de algunos compañeros desde la sala donde se había celebrado el Campeonato (la cual había sido cedida amablemente por un hotel de la ciudad):
     —Venid ya, que se va a proceder a dar los trofeos...
     Poco a poco, todos se fueron arremolinando hacia la parte delantera de la estancia para contemplar mejor el rito de la entrega de premios. Había tantas personas que era difícil abrirse hueco para poder ver la ceremonia con cierta comodidad.
     Tras unas palabras del Presidente de la Federación y de algún político de turno que estaba apoyando los diferentes torneos con alguna subvención, el primero se dispuso a entregar los galardones. Grandes aplausos sonaron para el tercer puesto y para el segundo clasificado, pero la gente se estaba reservando en cuerpo y alma para el ganador del Campeonato, para Eduardo, para el niño...
     Cuando éste fue nombrado, se acercó con una sonrisa discreta hasta la presidencia, en medio de una atronadora ovación, y, entre grandes vítores, recogió su copa. Los aplausos sonaron durante largo rato, incluso cuando, ante la petición de los fotógrafos circunstanciales que, móvil en mano, le pedían que posase, levantaba el trofeo mirando a un lado y a otro.
     Pero, de repente, dejó de sonreír. Ante el estupor de los presentes y la angustia de sus padres, todos observaron que comenzaba a tambalearse ligeramente y, de súbito, cayó al suelo, inconsciente. Se había desmayado.
     De inmediato, uno de los asistentes al torneo, que era médico, se acercó para atender al niño y tratar de reanimarle, pero enseguida avisó para que llamasen a una ambulancia. Su gesto serio parecía indicar que al pequeño podría ocurrirle algo grave. Mientras le examinaba para intentar descubrir qué podría pasarle, sus padres acudieron en el acto. Su madre no paraba de repetir:
     —Mi niño, mi niño...
     En la sala se hizo el más absoluto silencio. Estaban todos consternados.

Ir al capítulo siguiente
Retrocede a la pág. anterior
Enlaces Institucionales
Portal de educación Directorio de Centros Recursos Educativos Calendario InfoEduc@
Reconocimientos
Certificacion CoDice TIC Nivel 3