Miguel Ángel García » Niño del escaque 3
Miguel Ángel García
El niño del escaque
 
Miguel A. García
 
Capítulo 3
 
     Antes de apuntarse al Campeonato Provincial Absoluto de León, Eduardo jugó un torneo "blitz", cuyas partidas duraban cinco minutos, más cinco segundos de incremento por jugada. Lo ganó una mañana de domingo sin mayores problemas, sin despeinarse, como si hubiera pasado por allí simplemente para dar una vuelta.
     Participar en el Campeonato era ya algo más serio, ya que el open, abierto para todos los federados, duraría varios días.
     Sus padres llamaron a la Federación, para ver qué posibilidades de flexibilización había.
     —No se preocupe... —contestó el Presidente, vía telefónica—. Llegado el momento nos pondremos todos de acuerdo, y no habrá problemas... En principio jugaremos los domingos por la mañana, aunque también podemos plantear algún sábado... Queremos contar con Edu... Nos da la impresión a todos de que va a ser el centro de atención del torneo... Podemos quedar luego en la Escuela de Ajedrez, cuando vayan a recoger a su hijo, y allí hablamos y nos dicen sus disponibilidades.
     —De acuerdo —asintió el padre de Eduardo.
     Enrique, el Presidente de la Federación Leonesa de Ajedrez, era amigo de Santiago, el que llevaba la batuta del aprendizaje de Eduardo en la Escuela de Ajedrez. De hecho, aquél también participaba en los talleres. Ambos estaban deseosos de ver jugar al niño en partidas largas, pues querían ver qué podía dar de sí, a pesar de su aparente bisoñez.
     A eso de las siete de la tarde, ya de noche, se presentó el padre del que todo el mundo consideraba que era una nueva promesa del ajedrez. Tras los correspondientes saludos a los entrenadores de su hijo, que, a la postre, eran también los organizadores del Campeonato, y viendo las limitaciones del chico para jugar el evento debido a su edad y a sus obligaciones escolares, no tardaron mucho en llegar a un acuerdo previo relativo a las fechas y horas en que se podría jugar el torneo para no perjudicar demasiado las rutinas del niño.
     Una vez resuelto el tema, Ismael, otro de los colaboradores de la Escuela de Ajedrez, comentó:
     —Es increíble la capacidad de aprendizaje que tiene su hijo... Sus compañeros del taller toman notas y consultan libros de aperturas, pero a Edu jamás le he visto abrir un manual... Simplemente escucha, y ya no hace falta repetírselo más veces.
     —Es cierto... —confirmó Santiago—. No sé si en casa mirará algo, pero lo que es aquí...
     —No, en casa tampoco —ratificó su padre—. Le regalamos hace tiempo un libro de ajedrez bastante completo, dirigido para niños, pero dice que le aburre. Lo miró el día que se lo dimos, y ya no ha vuelto a abrirlo...
     —Pues yo no sé de dónde saca las ideas para plantear las aperturas que hace... —se preguntaba Enrique—. Hace movimientos aparentemente inferiores, pero al final siempre suele quedar con ventaja... Es como si llevara esas variantes ya preparadas... Pero aquí solamente les hemos mostrado los principios de las líneas principales.
     —Se las habrá enseñado el "gorrión" —comentó el padre, riéndose.
     —¿El "gorrión"? —le interrogó Santiago—. ¿Qué quiere usted decir?
     —A mí no me preguntéis... Me lo quiso explicar y no entendí nada... Sólo recuerdo que me dijo que se movía como el "saltamontes", pero ya no me enteré de nada más...
     Todos los contertulios guardaron silencio unos segundos. Después, el padre de Eduardo siguió contándoles:
     —Es que él, a las piezas, les da su propio apodo... Según mi mujer, a muchas les pone el nombre de animales, o las llama obispos...
     —Pues sí que es imaginativo —opinó Ismael—. A lo mejor ha creado un mundo de personajes con las piezas, y les ha dado cualidades que le ayudan a recordar posiciones espaciales y movimientos, algo así como una especie de reglas nemotécnicas... Cosas más raras se han visto...
     —No sé... Un día me dijo, en confidencia, que las jugadas se las decía un "duende" que tenía en la cabeza... Yo le pregunté, en tono de broma, que quién era, y el simplemente me dijo que lo llamaba el "gorrión"... No me preguntéis más...
     —Bueno, pues a ver qué tal lo hace en el Campeonato —se congratuló Santiago—, porque va a participar también "Franc", el compañero que trabaja en Valladolid, que tiene un ELO de dos mil y pico, y es candidato a Maestro.
     Tras una pausa, Enrique propuso:
     —Si Francisco y Edu van ganando sus partidas, lo cual es previsible, podríamos permitirnos una pequeña licencia en los sorteos del "Suizo"2, y hacer que los dos jugasen su partida el último día, en solitario...
     —No es mala idea... —opinó Santiago—. Una gran final llamaría la atención de la gente, y así promocionaríamos el ajedrez... Pero para ello, claro, tendríamos que contar con la complicidad del árbitro...
     —Si todos los jugadores estuvieran de acuerdo, no creo que hubiese ningún problema. No somos tantos...
 
2   Sistema que busca enfrentar a cada participante con otro de su misma fuerza, según sus resultados a lo largo de las rondas.

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