Miguel Ángel García » Niño del escaque 1
Miguel Ángel García
El niño del escaque
 
Miguel A. García
 
Capítulo 1
 
     Todos mantenían la máxima expectación. La posición era endiabladamente complicada, y ninguno de los asistentes, tanto los jugadores que ya habían finalizado sus partidas, como los aficionados que se habían acercado a ver el torneo, eran capaces de aventurar alguna línea ganadora segura para ninguno de ambos contrincantes, y sí muchas continuaciones perdedoras.
     A ninguno de los dos jugadores les quedaba mucho margen para pensar: apenas un par de minutos. Las partidas se jugaban a diez minutos, más cinco segundos de incremento por jugada. Los números de ambos relojes parecían ir más rápidos, alternativamente, que el tiempo real.
     Le tocaba mover al jugador de las piezas negras, y ya había gastado nada menos que un minuto. Pero seguía mirando el tablero sin inmutarse. Algunos llegaron a pensar que su intención era dejar "caer la bandera" y perder por tiempo.
     Sin embargo, ese no era su propósito. Cuando faltaban cuarenta y cinco segundos, hizo su jugada con el sacrificio de una torre, sorprendiendo a propios y extraños.
     Nadie entrega una pieza tan importante a lo tonto, así que su adversario se puso en guardia. Seguramente su rival de las piezas negras tenía un plan, pero con tan poco tiempo para profundizar en la posición, los nervios empezaron a hacer mella en él. Gastado casi un minuto en tratar de ver qué pasaba, al no apreciar un peligro inminente, se decidió por capturar la torre.
     A partir de aquí, los acontecimientos se precipitaron. El bando negro movió sus piezas sin prisa, pero sin pausa, y a las seis jugadas ya se veía venir el jaque mate. Las blancas dejaron agotar su tiempo para perder con cierta dignidad.
     Al final de la partida sonaron un montón de aplausos de todos los presentes durante largo rato, incluyendo los del veterano jugador que conducía los trebejos blancos. La partida que ambos habían peleado había resultado brillante.
     —¡Muy bien, Edu! —, gritó alguien.
     Muchos fueron los que se acercaron para felicitarle, tanto dándole directamente la mano como posándola afectuosamente encima de su hombro.
     Al salvar esta partida, Eduardo había conseguido superar en medio punto al segundo clasificado, por lo que recibía felicitaciones de todo el mundo por haber logrado ganar el torneo.
     En la sala donde se celebró el evento, que a la postre era el salón de un restaurante de la localidad, se formaron corrillos donde se comentaban las incidencias del lance, sobre todo alrededor de las personas que entrenaban a Eduardo.
     —Es increíble cómo es capaz de profundizar en cualquier posición... —comentó uno de los contertulios.
     —No lo sabes tú bien... —corroboró Santiago, uno de los que le entrenaban en la Escuela de Ajedrez—. Cuando planteamos los problemas en clase, los coge al vuelo, incluso los que son más complicados. Cuando los demás empiezan a vislumbrar la solución, él ya está de vuelta.
     —Pues habría que potenciar su entrenamiento —opinó otro tertuliano—. Puede llegar muy lejos...
     —¿Os parece poco dónde ha llegado ya?
     —¡Eh! Vamos todos para allá... —avisó un recién llegado al grupo—. Van a hacer ya la entrega de los trofeos...
     Poco a poco, la gente se fue congregando hacia la cabecera de la sala, donde el Presidente de la Federación de Ajedrez iba a proceder a la entrega de los premios según las categorías de edades de este torneo, cuya calificación estaba entre "semirrápido" y "blitz", aunque también había una copa para el ganador absoluto.
     Los galardones se fueron entregando empezando por los participantes de menor edad, los benjamines, y, obviamente, cada jugador sólo podía recibir un premio.
     La expectación comenzó a aumentar en gran medida cuando se entregó el trofeo al primer sénior clasificado, ya que, después de los adultos, solamente quedaba homenajear al ganador absoluto.
     Cuando sonó el nombre de Eduardo, un aplauso atronador retumbó en la sala. Con aire tímido, éste avanzó por el pasillo que le estaban abriendo, y, saludado por el Presidente de la Federación, recibió una gran copa trufada en su derredor con grabaciones doradas que representaban las piezas del ajedrez.
     Cuando, copa en mano, posó porque querían hacerle una foto, los aplausos fueron renovados, y duraron un buen rato.
     Hacia la parte de atrás, alguien comentó:
     —El chaval se lo merece...
     Y es que Eduardo sólo tenía nueve años, y se había convertido oficiosamente, a falta de jugar el Campeonato Provincial Absoluto, en el campeón de León. Lo que todos tenían en mente es que el segundo clasificado tenía un ELO1  de algo más de dos mil cien.
 
1   El sistema de puntuación ELO es un método estadístico para calcular la habilidad relativa de los jugadores de ajedrez. El rango comprendido entre 2100 y 2199 corresponde a Experto Nacional FIDE (Federación Internacional de Ajedrez).

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