Miguel Ángel García » Tentegorra 15
Miguel Ángel García
El Laberinto de Tentegorra
 
El Laberinto de Tentegorra
Miguel A. García

El Laberinto de Tentegorra
 
Capítulo 15
 
     Andrés, recostado en su camastro del calabozo, estaba en duermevela, después de comer, cuando alguien le sacudió el hombro:
     —¡Eh! ¡Señor! Despierte...
     Por un instante, el hombre sintió el bienestar de desperezarse de la siesta, pero pronto se dio cuenta de la cruda realidad. Miró las monótonas paredes y, de repente, se incorporó de golpe, como movido por un resorte.
     —¡Ahora lo recuerdo!  —dijo casi gritando—. Recuerdo todo lo que me dijo...
     Sin hacer mucho caso, el policía le anunció:
     —Están esperando para verle... Está usted libre...
     Andrés tardó en asimilar lo que el agente le estaba comunicando.
     Fue conducido a una sala relativamente grande, donde había una gran mesa con varias sillas. Al entrar, se quedó de piedra. Sólo pudo balbucear:
     —Es él... Es él... El de la pala... Es el encapuchado que vi con la pala en el puente...
     —Tranquilícese... Lo sabemos... —contestó el inspector López—. Le presento a Héctor, el cuñado de la mujer que ha desaparecido.
     Andrés no entendía nada. En su mente reinaba el más absoluto desconcierto. Por un momento pasó por su cabeza la idea de que todo se tratara de una conspiración.
     —Le tengo que pedir disculpas por no creerle... Siempre he sido muy escéptico con los temas de esoterismo, pero, en este caso, no tengo más remedio que rendirme ante las evidencias... No sé cómo, pero su sueño ha sido la manifestación de algo real... Por favor, siéntese... Tenemos algo que contarle...
     En la sala, aparte del propio comisario y de Héctor, estaba también el inspector Molina, el cual ya no miraba a Andrés con odio, sino con una mezcla de incredulidad y de admiración.
     Éste fue informado de lo ocurrido con ambas hermanas y del enterramiento realizado por Héctor en el Laberinto por razones sentimentales.
     Al terminar sus explicaciones, el inspector López, abriendo una carpetilla, le mostró la foto de una mujer. Nada más verla, Andrés exclamó:
     —¡Es ella! ¡Es la que vi en mi sueño! ¡Y esta tarde he recordado lo que me dijo!
     Al ver el retrato, las palabras que fueron grabadas en su subconsciente volvieron a agolparse en su mente.
     La imagen correspondía a Raquel, aunque, en realidad, ambas hermanas tenían un gran parecido.
     —¿Ha vuelto a soñar con ella? —preguntó el inspector López con cara de sorpresa.
     —No... Me he acordado de repente en el duermevela... Cuando me despertó su compañero, lo recordé todo de golpe... Es como si hubiera tenido un déjà vu...
     —¿Y qué le dijo?
     —Bueno... Dudo si me habló en realidad, pero lo que me repiquetea en la cabeza es que no hacía falta que pidiera perdón, lo cual no lo acabo de entender... No sé por qué tengo que pedir perdón...
     Los presentes se miraron, y luego el inspector López insistió:
     —¿Algo más?
     —Pues sí... No lo recuerdo muy bien, pero me viene a la mente una palabra sin mucho sentido... Es algo así como "boguel" o "borguel"... Tal vez quiso decir "Miguel"...
     Molina y Héctor se miraron durante unos segundos, como si trataran de que sus neuronas trabajasen conjuntamente.
     De repente, el segundo expuso con gran vehemencia:
     —¡Dios mío! ¡Se refiere a El Gorguel! Se me había olvidado... Raquel me contó alguna vez que ella y su hermana, cuando eran pequeñas, solían ir a una playa que hay allí. Jugaban a ocultarse, y, por lo visto, encontraron un lugar lo bastante a escondidas como para que sus padres no pudieran hallarlas nunca, una especie de pequeña cueva desde la que podían mirar el mar...
     —A mí también me suena esa historia... —admitió Molina—, pero eso está unos veinte kilómetros de aquí, si no más... ¿Creéis posible que Estefanía haya ido andando hasta allí sin que, además, nadie la vea?
     Ahora intervino el inspector López:
     —Si se fue el sábado, al oscurecer, antes de que tú llegaras, le dio tiempo de sobra de ir hasta allí esa noche, sin que nadie la viera, y encontrar ese escondite... Si ese sitio tiene tantas connotaciones emocionales para Estefanía, es posible que se haya refugiado ahí. Debemos ir, pues hemos agotado todas las demás opciones...
     —Sí, vamos ya... —apremió Molina—. Tenemos que ojear bien todo aquello antes de que se haga de noche... Es el último lugar donde se me hubiera ocurrido mirar...
     —Usted viene con nosotros... —decretó el inspector López mirando a Ricardo.

 
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