Miguel Ángel García » Tentegorra 2
Miguel Ángel García
El Laberinto de Tentegorra
 
El Laberinto de Tentegorra
Miguel A. García

El Laberinto de Tentegorra
 
Capítulo 2
 
     Después de un pesado sueño, se despertó de repente a media mañana bañado en sudor, a pesar del frío que tenía al haber dormido totalmente destapado, con cierto dolor de cabeza hacia la zona de las sienes. El Sol estaba ya muy alto, pero no podía quitarse de encima la profunda somnolencia que aún sentía. Al levantarse, se dio cuenta de lo cansado que estaba.
     A pesar de su ofuscación, de súbito tuvo la extraña percepción de que tenía que recordar algo, aunque en esos momentos no tenía ni idea de qué podría tratarse...
     Pronto su cuerpo se resintió de los excesos de la noche anterior. El malestar no se le había pasado en absoluto, y tuvo la tentación de volver a la cama, aunque enseguida desechó esa idea. «Estaré demasiado incómodo... », pensó.
     Entonces cayó en la cuenta de que, en el sopor del duermevela, había vuelto a soñar con el mismo tema anterior. Le pareció raro acordarse ahora, porque, aunque se despertó bastante sobresaltado, en principio no recordaba nada.
     Mientras se calentaba una taza del café que había sobrado el día anterior, comenzó a recordar algunos detalles de las absurdas pesadillas que había tenido. Le vinieron a la mente algunas imágenes muy vívidas, aunque incoherentes, sin sentido alguno, pero que, en su odisea onírica, le provocaron una gran inquietud y angustia. Lo raro es que, en el propio sueño, tuvo la certeza de haber estado en aquél lugar desconocido en más de una ocasión. Todo resultaba muy confuso.

     Mientras balbuceaba en voz alta alguna palabra ininteligible, Andrés se dirigió al salón y se sentó pesadamente en el sofá, sosteniendo su taza humeante. «Sólo son sueños idiotas... », pensó. «¡Pero qué sueños más tontos se tienen cuando se hace una digestión pesada! ».
     Su tenue dolor de cabeza se focalizó ahora en la parte frontal. «Vaya resaca... Ni por asomo voy a comer ni a beber tanto para otra vez...».
    Entornando los ojos, empezó a recordar el sueño que había tenido, o los múltiples sueños, ya que eran muchos los fragmentos que volvían machaconamente a su cabeza, en un desorden sin pies ni cabeza, algunos repetidos con diferentes matices y que parecían constituir variaciones sobre un mismo tema.
    No podría asegurar el orden temporal de sus evocaciones, pero creía recordar que, en un principio, el lugar que su mente inventó le pareció sugerente, aunque algo extravagante, y sugería una aventura por parajes misteriosos. Sin embargo, esa supuesta aventura onírica enseguida se tornó en una sucesión de hechos vacuos en un laberinto imaginario del que sólo quería salir, derivando en una auténtica y desazonada pesadilla, sin ningún sentido, como si estuviese condenado a un castigo que se repetía una y otra vez.
 
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