Cuando JEFFREYS demostró (1920) que la movilidad del SIAL sobre el SIMA no era posible, Arthur HOLMES (“Tª de las corrientes convectivas subcorticales") (1929, perfeccionada en 1944) concluyó que no era el SIAL el que se desplazaba sobre el SIMA, sino que ambos, SIAL y SIMA, comportándose en cj. como una capa rígida, se movían sobre el material fluido del manto, donde se originaban corrientes convectivas, responsables de la movilidad cortical y de la fragmentación de los continentes y su posterior desplazamiento.

Tb., en la década de los 20, el holandés Vening MEINESZ, para explicar las anomalías gravimétricas que detectó sobre las fosas abisales, consideró la posibilidad de células convectivas. Una corriente descendente arrastraría hacia abajo parte del material de la corteza, formando una especie de raíz → “tectógeno”; esta raíz sería responsable de la anomalía gravimétrica.

Se han considerado dos modelos ce células convectivas. Hoy se considera que existen al menos dos niveles de células convectivas: uno en la astenosfera y otro en la mesosfera.
Argumentos:

♦ La presencia de los puntos calientes (→ flechas = penachos) sin relación con las corrientes superficiales, que revelan una actividad procedente del manto inferior (de la capa D") (ej.: Hawaii).

Cuando la corteza se desplaza y pasa por un penacho, se originan dos tipos de fenómenos:

(i) Adelgazamiento de la corteza en esa zona → formación de un rift incipiente. Este debilitamiento de la litosfera puede ser causa de que en el futuro se establezca una dorsal.

(ii) Aparición de una cadena continua de volcanes, los cuales pierden actividad conforme se alejan del punto caliente, sufriendo erosión subaérea, de forma que, al sumergirse (por moverse con la litosfera) constituyen los guyots (→ montes submarinos truncados), o bien, atolones o bajíos sin apenas act. volcánica.
Los guyots constituyen una prueba complementaria de la expansión del fondo oceánico: los volcanes se mueven mientras que el punto caliente permanece fijo.

♦ La actividad del núcleo ext. fluido, en el cual existen corrientes de convección. Las corrientes del núcleo deben alimentar a las del manto y éstas a las de la astenosfera, de forma que la Tierra se comporta como un sistema complejo de corrientes convectivas cuyos diferentes niveles están interrelacionados.