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En el siglo XVII, Isaac Newton demostró que la luz blanca visible
procedente del sol puede descomponerse en sus diferentes colores mediante
un prisma. El espectro que se obtiene es continuo; contiene todas
las longitudes de onda desde el rojo al violeta, es decir, entre unos 400
y 700 nm (1 nm -nanómetro- = 10-9 m).
En cambio la luz emitida por un gas incandescente no es blanca sino coloreada
y el espectro que se obtiene al hacerla pasar a través de un prisma
es bastante diferente. Es un espectro discontinuo que consta de líneas
o rayas emitidas a longitudes de onda específicas. Cada elemento
(es decir cada tipo de átomos) posee un espectro característico
que puede utilizarse para identificarlo. Por ejemplo, en el del sodio, hay
dos líneas intensas en la región amarilla a 589 nm y 589,6
nm.
Uno de los espectros atómicos más sencillos, y que más
importancia tuvo desde un punto de vista teórico, es el del hidrógeno.
Cuando los átomos de gas hidrógeno absorben energía
por medio de una descarga de alto voltaje, emiten radiaciones que dan lugar
a 5 líneas en la región visible del espectro: |